«Al principio, empiezas con un equipo pequeño. Ni te planteas que tengan los mismos principios que tú porque, obviamente, están ahí porque estáis en sintonía».
– Lo decía Pepe Agell, co-CEO de Chartboost, en una conferencia en el #TechSpiritBarcelona.
Conozco a Pepe desde la infancia y, además, hemos seguido de cerca el camino que iniciaron con María Alegre, su mujer, cuando en 2008 dejaron Barcelona para instalarse en Sillicon Valley.
Long story short: en 2011 María creó junto a un socio Chartboost (una plataforma de publicidad para desarrolladores de aplicaciones móviles), a la que Pepe se incorporó enseguida. En 2011 levantaron una primera ronda de 2,4 millones de dólares, en 2013 anunciaron la Serie B (liderada por Sequoia) y actualmente trabajan con más de 300.000 aplicaciones móviles. Tienen un equipo multicultural y oficinas en Silicon Valley, Amsterdam, Barcelona y Beijin.
Pepe contaba que, ante un crecimiento exponencial del equipo y para no perder esa coherencia inicial: «Tuvimos que sentarnos para definir la filosofía y valores de la empresa, lo que queríamos que todos compartieran».
En Pitaya Business estamos familiarizados con esta dinámica porque es algo que trabajamos en los Strategy Plan con nuestros clientes.
Y, de hecho, me conectó también con un fragmento del libro Que mi gente vaya a hacer surf (muy recomendable, por cierto) donde Yvon Chouinard, founder de Patagonia, explica «Me llevé a Argentina una docena de mis altos directivos con el objeto de hacer un recorrido a pie por las ventosas montañas de la auténtica Patagonia. Mientras vagábamos por aquellos salvajes lugares, nos preguntábamos las razones por las que estábamos en aquel negocio y qué clase de compañía queríamos que fuera Patagonia».
Trekking a parte, me gusta de la cultura empresarial que no la forman solo los valores (como si fuera poco, pero tú ya me entiendes), sino las creencias (afirmaciones interiorizadas), mitos (¿sabes esa historia de la empresa que sale en todas las cenas de Navidad?), rituales (aquello que se hace por sistema y sin cuestionar), comunicaciones (canales) y símbolos, entre otros.
Lo bueno (o malo) de la cultura empresarial es que existe, esté o no claramente manifestada. Ya hay una «manera de hacer las cosas» en la casa. Más o menos consciente. Sean diez o dos mil personas.
A nivel estratégico (el que nos ocupa) una cultura sólida ofrece:
– Cohesión y coherencia en el momento de efectuar una compra, fusión o ampliación de la empresa o grupo.
– Aumenta el sentimiento de pertenencia del equipo y la captación de talento (en el caso que sea una cultura atractiva, claro) y otorga;
– Rapidez y autonomía en la toma de decisiones. Tanto en C-Level como en otros equipos. Cuando uno plantea: ¿qué haría mi empresa en esta situación? Lo tiene claro.
Soy consciente que a estas alturas la importancia de la cultura empresarial no te viene de nuevo.
No obstante, y ya que estamos aquí, una reflexión:
Si de manera aleatoria les preguntaras a las personas del equipo (independientemente de su posición en la empresa, sede o país): cuáles son los principios fundamentales de la compañía.
¿Te contestarían todas y todos exactamente lo mismo?
Para acabar nuestro café, comparto una reflexión de Naval Ravikant (inversor ángel, creador de AngelList):
«No existen los adultos. Uno, nunca para de crecer».
Gracias por estar aquí.
Seguimos cerca,
– Verónica Ferrer. CEO en Pitaya Business.