Los grandes deportistas saben que hay una regla no escrita: un deporte no se deja un mal día, sino en uno bueno. No después de una derrota dolorosa, sino cuando aún tienes la satisfacción de haberlo dado todo. Cuando te vas en la cima, con la certeza de que podrías seguir, pero eligiendo cerrar el ciclo en tus propios términos.
En los negocios, como en el deporte, la tentación de abandonar aparece cuando las cosas no salen como esperamos. Un proyecto que no despega, un mercado que no responde, una estrategia que parecía brillante y que se ha topado con obstáculos inesperados. Y es ahí cuando muchos líderes toman decisiones precipitadas: cerrar una línea de negocio, vender la compañía, abandonar un puesto de liderazgo. Pero, ¿es el momento correcto?
Dejarlo cuando las cosas van mal puede ser un alivio momentáneo, pero también puede ser una decisión impulsiva y emocional. Porque cuando estamos en un mal momento, nuestra perspectiva está sesgada. Vemos más riesgos que oportunidades, más fracasos que aprendizajes, más razones para desistir que para insistir. Y eso es peligroso, porque en los negocios, como en la vida, la resistencia y la paciencia suelen ser recompensadas.
Entonces, ¿cuándo es el momento de cerrar un proyecto, un negocio, una etapa? Esa es la pregunta que más se hacen los directivos. Las mejores decisiones no se toman en la frustración, sino desde la claridad. No en la desesperación, sino en la reflexión. Cuando todavía se tiene el control y se puede decidir con perspectiva.
Y por cierto, los datos ayudan, y mucho. Tu seguro ya lo sabes pero recuérdaselo a tus equipos: ese deporte no se deja en un mal día, sino en uno bueno.
– Verónica Ferrer, partner y directora de estrategia de pitaya/pitayanext