«Mi opinión no importa», nos decía el que fue CEO de Goldman Sachs durante la crisis de 2008. «Importan todos los escenarios posibles y tener un plan para cada uno de ellos».
Imagina que a un/a CEO le dicen que algo es imposible. Que ese mercado es inaccesible, que esa estrategia nunca funcionará, que ese cliente jamás cambiará de proveedor. Si se lo cree, lo más probable es que ni siquiera lo intente. Y si el equipo comparte esa mentalidad, incluso la idea más visionaria quedará atrapada en la inercia del escepticismo.
Cuando una figura de liderazgo espera (aunque sea muy en el fondo) que algo falle, cualquier pequeño obstáculo se convierte en una confirmación de su fracaso inminente.
Las creencias son una fuerza invisible que moldea la toma de decisiones y el rumbo de una empresa. Richard Wiseman, en uno de sus famosos experimentos, demostró cómo las expectativas pueden alterar nuestra percepción de la realidad.
Y no solo influyen en la visión externa, sino también en la interna. Por ejemplo, en la relación entre filiales y la central («desde corporate siempre nos están limitando»), en la percepción de los middle managers sobre sus equipos («es que aquí, en cuanto pueden, disimulan»), en la rivalidad entre áreas («el trabajo duro lo hacemos los de XX, los demás están todo el día perdiendo el tiempo») o incluso en la visión de un/a CEO sobre su Comité Ejecutivo («es que algunos miembros de este Comité no están a la altura»).
Si asumimos que ciertos caminos están cerrados, jamás descubriremos las oportunidades que podrían esperarnos al otro lado. Si un equipo está convencido de que la innovación es arriesgada, difícilmente tomará decisiones audaces. Y si se espera mediocridad, difícilmente se alcanzará la excelencia.
La clave para romper estos sesgos está en cuestionar nuestras propias suposiciones. ¿Qué ideas damos por ciertas sin haberlas puesto a prueba? ¿Cómo influyen nuestras creencias en las decisiones que tomamos? ¿Qué creencias predominan en la empresa o empresas que lideramos?
Hay dos estrategias que ayudan a desafiar creencias limitantes. La primera es incorporar talento externo que aporte una nueva perspectiva. En Pitaya, por ejemplo, asumimos este rol en muchas ocasiones: al estar conectados con múltiples realidades empresariales, ayudamos a nuestros clientes a mantener la frescura en sus procesos de negocio. La segunda es analizar los datos con objetividad, sin dejarnos arrastrar por expectativas previas, lo que permite tomar decisiones más fundamentadas y menos reactivas.
El camino hacia el éxito comienza con la capacidad de identificar y gestionar nuestras propias creencias.
«Mi opinión no importa», nos decía el que fue CEO de Goldman Sachs durante la crisis de 2008. «Importan todos los escenarios posibles y tener un plan para cada uno de ellos».
– Verónica Ferrer, partner y directora de estrategia de pitaya/pitayanext