La excelencia está en todos lados o, mejor dicho, quién es excelente, lo es con todo.
Compréndeme.
Estaremos de acuerdo en que la excelencia, mucho tiene que ver con la exigencia.
Los herméticos dirían que lo que es arriba (cabeza), es abajo (mundo físico). O los junguianos, que la realidad que percibimos no es más que una proyección de nuestro interior.
¿Tú qué opinas?
Pero, al margen de la exigencia, está claro que la excelencia es una actitud, no una finalidad. Un/a top performer no es impecable de manera selectiva. Se ocupa en serlo en todo, y pone el foco en lo que hace (y como lo hace), no en lo que consigue -que consigue, créeme que consigue-.
Conducir hasta una reunión importante de negociación, con el vehículo impecable. Viajar por negocios, y llevar una maleta ordenada y en perfecto estado. Visitar a un proveedor, y llegar a la hora exacta. Cambiar el mundo, y tener el escritorio personal organizado. Tomarse en serio la empresa, pero también tomarse en serio los hobbies personales. Trabajar duro, y descansar de manera consciente.
Es obvio, ¿verdad?
Pues, como bien sabes, a las compañías excelentes les ocurre algo similar. Sus figuras directivas se enfocan en fomentar la actitud de excelencia. Por eso, revisan sistemas y procesos, para asegurarse que siempre están optimizados y que funcionan como un reloj suizo. Tienen una política de People actualizada, que garantiza que siempre se disponga del equipo adecuado. Y, poseen sistemas de marketing perfeccionados, que les ayudan a conseguir sus objetivos.
El camino de la excelencia pasa por cuidar los detalles, comprendiendo que todo está conectado.
Porque lo que es arriba, es abajo.
Porque la excelencia está en todos lados.
Y porque la excelencia es una actitud.
¿Y lo mejor de las actitudes? Que son algo que puede crearse, fomentarse y potenciarse.
Quién es excelente, lo es con todo.
– Verónica Ferrer, CEO en Pitaya.